El martes, el día de la Esperanza, tuvimos que pasar por una de las peores situaciones a las que hemos tenido que hacer frente. El día de la Esperanza, de su Esperanza, tuvimos que despedir definitivamente a nuestro amigo Benito.
Benito ya no pudo aguantar más, ya no tuvo fuerzas para más, ya no quiso seguir sufriendo más y nos dejó para ir al Cielo con todos los suyos y con su Esperanza de Triana. Gracias a Dios que pudimos verlo antes de que todo ocurriera, gracias a Dios que pudimos despedirnos de él, que pudimos darle un beso, contarle nuestras cosas, las que a él tanto le gustaban y con las que tanto se reía aunque ya él no pudiera ni siquiera esbozar una sonrisa, ni pudiera decirnos con su voz todo lo que él hubiera querido pero con su mirada nos lo dijo todo.
Qué pena más honda. No podíamos ver a Benito así. Pedíamos a Dios que dejara de sufrir pero cuando llegó el momento la pena más grande se posó en nuestros corazones porque en el fondo no queríamos dejar de tener a Benito con nosotros, sabíamos que eso iba a ser muy duro, y así fue, así sigue siendo y así será para siempre. Porque Benito estaba lleno de vida, lleno de ganas de vivir la vida, de aprovechar cada momento.
Sólo nos queda recordarle desde el día que nos conocimos allá en las reuniones de "Palacio", en las convivencias, cuando venía a nuestra casa, íbamos a la playa a Chipiona desde el amanecer hasta que ya no se veía un pijo. En el Cubanito comiendo castañitas, con la del infarto cerebral, con nuestras partidas de dados y su corona, con las merendolas de piquitos Marisina y él y buenos bocatas Mari Carmen y yo, con el palo de la sombrilla el verano antes de nuestra boda. En el AX camino de Valdelagrana como los Simpson, con 4 butacas, bolsos, neveras y la silla de Esperanza y encima nos cae un chaparrón en pleno mes de agosto por el Aquapark. Cuando vino a la Feria de Jerez, qué el tanto quería conocer. En Londres cuando sin tener pajorera idea de inglés se compró en las tiendas del centro todo lo que quiso y más y sin ningún problema, cuando se encontró las 10.000 pesetas en la cartera con las que no contaba y que nos solucionaron los últimos días de penurias. Recordarle en esas magníficas ordenaciones de curas en las que desaparecíamos desde el "En el nombre del Padre" hasta el "Podéis ir en paz" para tomarnos unas cervecitas y reírnos un buen rato.