martes, 27 de julio de 2010

¡Qué me gusta el verano!

Sí, de un tiempo a esta parte sí. El aire acondicionado, las piscinas, las playas, los viajecitos y cobrar (aunque menos) y no trabajar. ¿Cómo no me va a gustar? Lo que le pido a Dios es que me quede así el resto de los días si no puede mejorarse.
Después de la boda han sido días de piscina, playa y algún que otro cine. Se marchó José Ángel para Granada, espero que las cosas le vayan muy bien pero que vuelva pronto para acá, que Granada es muy bonito pero aquí se está mejor.
Después, de rebote, sin pensarlo, hemos pasado unos días en Caños de Meca, en una casita que mi cuñao Ignacio alquiló. Muy bien la casa, muy bien la playa, muy buenos ratos que se han echado. Si hubiera que ponerle un pero es que me da la impresión de que aquello ha degenerado bastante. Se ven muchas casas abandonadas, y un ambiente de difícil calificativo. Sobre todo el fin de semana se ha notado más. Aquello sería el paraíso para algunos hace unos años, un paraíso natural, playas vírgenes, caños de agua limpia que salen de la montaña hacia la playa, una oportunidad de vivir la vida de modo distinto, más libre, sin ataduras, sólo vivir. Pero, como digo, como casi todo, se va degenerando. Sobre todo el fin de semana hemos podido ver gente que va a emborracharse, a ponerse con esos cigarritos "aliñaos", como decían mis cuñaos, o con cosas más peligrosas y a ver qué cae. Nada que ver, creo, con lo que en sus inicios, cuando alguien redescubrió aquellos parajes, porque según leímos el apellido de Meca se lo pusieron los musulmanes en honor a su ciudad santa, y quiso vivir allí de una manera distinta.
A pesar de todo hay un mercadillo, digamos hippy, que no está mal y varios restaurantes con buena pinta. Nosotros cenamos la última noche en La Ensaladería, creo. Cerveza muy fría y un pescado a la sal muy bueno.

miércoles, 7 de julio de 2010

Boda Rocío y Ramón




La verdad es que el sábado me pasó lo mejor que me podía pasar salvando las distancias y las ausencias y es que volví a rememorar mi boda de la que en breve se cumplirán 15 años. Yo disfruté de mi boda completamente. Recuerdo la mañana, yo muy tranquilo y todos atacados, yendo a ultimar algunos preparativos. Recuerdo que me harté de comer y que a algunos no le entraba la comida. Recuerdo mi salida de casa del brazo de mi madre. Mi tío Diegui que nos esperaba en el Ford Escort blanco y en el que mi madre tuvo que ir inclinada en el asiento porque la peineta y la mantilla le impedían ponerse derecha. Recuerdo la espera delante de la iglesia saludando a todos los que llegaban, la llegada de la novia, un poco tarde que es lo que se espera de ellas. La ceremonia, los comentarios entre los dos, las firmas (allí firmó hasta el sacristán), el arroz, los besos y felicitaciones. Las fotos (un ligero martirio), antes de llegar al hotel donde lo pasamos fenomenal.

En fin que creo que a Rocío y a Ramón les ha pasado lo mismo que como a mí, salvando las ausencias a las que todos nos supimos sobreponer pero nunca olvidar y tener presentes en todo momento sabiendo, al menos yo, que estaban desde el Cielo con nosotros en todo momento, disfrutando de todo lo que hemos disfrutado de esta boda que se nos ha hecho esperar un poquito pero que será el inicio de una vida en común llena de alegrías y de esperanzas.


Muchas felicidades a los dos. Pasadlo muy bien en el crucero e iniciad esta vida nueva, siendo siempre cómplices el uno del otro, queriéndoos y compartiendo absolutamente todo.

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