

La verdad es que el sábado me pasó lo mejor que me podía pasar salvando las distancias y las ausencias y es que volví a rememorar mi boda de la que en breve se cumplirán 15 años. Yo disfruté de mi boda completamente. Recuerdo la mañana, yo muy tranquilo y todos atacados, yendo a ultimar algunos preparativos. Recuerdo que me harté de comer y que a algunos no le entraba la comida. Recuerdo mi salida de casa del brazo de mi madre. Mi tío Diegui que nos esperaba en el Ford Escort blanco y en el que mi madre tuvo que ir inclinada en el asiento porque la peineta y la mantilla le impedían ponerse derecha. Recuerdo la espera delante de la iglesia saludando a todos los que llegaban, la llegada de la novia, un poco tarde que es lo que se espera de ellas. La ceremonia, los comentarios entre los dos, las firmas (allí firmó hasta el sacristán), el arroz, los besos y felicitaciones. Las fotos (un ligero martirio), antes de llegar al hotel donde lo pasamos fenomenal.
En fin que creo que a Rocío y a Ramón les ha pasado lo mismo que como a mí, salvando las ausencias a las que todos nos supimos sobreponer pero nunca olvidar y tener presentes en todo momento sabiendo, al menos yo, que estaban desde el Cielo con nosotros en todo momento, disfrutando de todo lo que hemos disfrutado de esta boda que se nos ha hecho esperar un poquito pero que será el inicio de una vida en común llena de alegrías y de esperanzas.
Muchas felicidades a los dos. Pasadlo muy bien en el crucero e iniciad esta vida nueva, siendo siempre cómplices el uno del otro, queriéndoos y compartiendo absolutamente todo.