No me lo creía cuando en facebook, recién ocurrido, alguien lo había colgado. ¿Cómo se va a hundir el vaporcito tras tantos y tantos paseos por la Bahía de Cádiz? Pero sí, un golpe en el muelle que abre una vía de agua y en unos minutos y, gracias a Dios, pudiendo bajar todos los viajeros, el Vaporcito se hunde. A día de hoy, como es normal, todas las especulaciones y rumores sobre cómo fue están abiertas. De lo que no cabe duda es de que es una mala noticia para todos, queramos o no queramos. Para su dueño evidentemente, pero también para los que lo teníamos más cerca y para los muchos viajeros venidos de todo el mundo que tendrán que esperar que el Vaporcito sea reflotado y arreglado, porque creo que así debe ser, para poder disfrutar de este único paseo por la bahía. También cabe la posibilidad de que veamos un Adriano IV surcando la bahía.
Nunca me había montado en el vapor. Era una de esas cosas que tienes tan cerca pero por un cosa o por otra no se había dado el momento. Así que un 9 de octubre de 2004, sábado y fiesta en Jerez. Cogimos los cuatro e hicimos el trayecto en el vapor desde El Puerto hasta Cádiz. Luego paseamos y comimos en la Plaza Mina, muy bien y muy a gusto por cierto. Los niños descubrieron en un kiosko las bombetas, pequeños petardos que se explotan en el suelo y que provocan un ataque al corazón de las muchas palomas que allí se acumulan Después más paseo para volvernos finalmente en el tren a El Puerto donde habíamos dejado el coche. Recuerdo que fue un día muy agradable en el que los cuatro nos lo pasamos muy bien.
Ya tenía yo mi primera cámara digital, la que se me perdió en la feria, y ahí quedan las fotos de ese día y un vídeo con la famosa copla de Paco Alba dedicada al Vaporcito.
...Roma. Excursión con los calamares. Segundo día de madrugón. El autobús esperando sin problemas y abandonamos Civitavecchia buscando la ciudad que algunos llaman eterna. Nos paramos en la colina frente al Coliseo donde nos esperaba la guía, Josefina, que pasará a la historia por su perenne "rápido, rápido".
Bajamos hacia el Coloso, no sin antes de la preceptiva parada el los servicios. Josefina nos explica los pormenores del Coliseo, del Arco de Tito y del Foro entre una multitud de turistas. ¡Qué de gente! Habrá una crisis económica mundial que te cag... No habrá un euro, dolar o yen pero en Roma, el 2 de agosto, no lo parece. José Manuel por fin consigue el muñequito que había visto en Florencia. En el barco no se separó de él y ahora en Jerez creo que no sabe ni donde está o al menos ni lo ha mirado. A "rápido, rápido" la convencemos para ir a San Pietro in vincoli antes de volver a coger el autobús. La verdad es que lo que más quería yo en Roma era que Marisina y los niños la vieran aunque fuera "rápido, rápido" y en unas horas, así que entrar en San Pietro in vincoli, ver el Moisés y explicarle a los niños lo de las cadenas de San Pedro me gustó muchísimo. Además había un entierro que debía ser de un cura porque aquello estaba lleno de sacerdotes rodeando al difunto.
Volvimos al autobús que nos dejó en el centro. Fuimos llegando por el Quirinale hasta la Fontana de Trevi. Recordé las tiendas donde he comprado los recuerdos en años anteriores y la taberna donde he comido Con Chiru, con Ana y con Reme las dos veces que he estado con los alumnos. Les iba diciendo a Marisina y a los niños que fueran escuchando, a pesar del gentío, cómo la Fontana se nos iba acercando. Y así hasta que al doblar la esquina la vuelves a contemplar, majestuosa entre todo el gentío. Espectacular y única.
Después de un ratito para las fotos y las monedas seguimos nuestro camino llegando al Panteón donde los niños y Marisina entraron y yo me dediqué a sacar del antojo a mí y a mi hija y me fui a buscar unas pizzas. Encontré sin mucho esfuerzo un bujío donde un no muy amable dependiente me vendió una porción de pizza, nada comparable a lo que estamos aquí acostumbrados ni de sabor ni de precio. De hecho le pedí al principio dos porciones pero cuando vi lo que era una le dije que con una era suficiente y con eso comimos los cuatro un estupendo piscolabis.
"Rápido, rápido" hacia Piazza Navona, pasando por la plaza donde vimos la columna de Trajano y el Senado (sitio nuevo). Tras las oportunas explicaciones Josefina nos deja un rato libre. Rato que aprovechamos para "jincarnos" otra pizza y algún refresquito y volver sobre nuestros pasos un poco ya que quería enseñarles la iglesia de San Ignacio. Les dejo descansando a la sombra junto al Panteón y me acerco hacia allá. Como está cerca, abierta y de camino hay tiendecitas y a mi esposa ya le estaba entrando la preocupación de los souvenirs nos dirigimos hacia la iglesia que vemos tranquilamente pero no teníamos monedas de 50 céntimos así les expliqué lo de la cúpula pintada por falta de dinero pero no pudimos iluminarla. En las tiendas nada convencía a la Primera Dama, así que les enseñé la tienda de Pinocho en la calle paralela y volvimos hacia Piazza Navona para comernos el preceptivo helado y esperar a Josefina.
Cuando estuvimos juntos anduvimos hacia el autobús que nos esperaba a orillas del Tíber para dejarnos en Via Conciliazione frente a San Pedro.
¡Qué de gente y qué caló! Una cola larguísima para entrar que se amenizó con las fotos, llevando a los niños al centro de la plaza para que vieran lo de las columnas y con cierto cachondeo para que una guía americana no colara a todo el grupo de guiris.
"Rápido, rápido" la Piedad, la puerta tapiada del año jubilar, la tumba de Juan Pablo II, la de Juan XXIII, la estatua de Don Bosco, las medidas de las otras iglesias del mundo, el altar, la cúpula, en fin, San Pedro.
De allí al autobús y para el barco. No me acuerdo de qué fue la noche pero da igual, si fue la del capitán, la verdad es que mucha gente iba muy arreglada, traje y corbata los hombres y vestidos de gala las mujeres. Lo que está claro es que la cervecita pre-cena y el café y el cocktail post-cena no se perdona.
El espectáculo esta noche creo que fue el del mago de los pañuelos de colores. Bien, sin más. Tampoco recuerdo cuándo fue la noche en la que en la piscina hubo un intento de feria con sus jueguecitos y casetitas. No pasará a la historia. La verdad es que nosotros hemos ido a nuestra bola en todo momento.
Jesús es una preciosidad de niño, un muñeco. Un encanto. Ayer, durante su bautizo, fue buenísimo. Ni un llanto, ni un grito, siempre sonriendo, durmiendo como un bendito.
Lo pasamos muy bien. Además de regalo vimos al Señor de las Misericordias de Besamanos por aquello de haber participado en el Vía Crucis de la JMJ en Madrid hace unos días. La ceremonia correcta, ahí lo dejo, nada más, pero sus padres, José Miguel y Patricia quisieron compartir con sus familias y sus amigos un ratito muy agradable en el restaurante Chiqui donde cenamos muy bien y después tomamos una copita, también de categoría.
A sus padres, muchas gracias y mis mejores deseos para que puedan criar a Jesús, a Alberto y a los que puedan venir con la tranquilidad que esto necesita.
Mucha suerte. Rezo a Nuestro Padre Jesús de las Misericodias y a Nuestra Señora de la Candelaria por vosotros.
Madrugón. Todo perfecto. Salida del barco. Autobús o "transfer", como decían allí, que te lleva donde están esperando los demás autobuses de las excursiones. Allí estaban los calamares, pero yo ya no llegué a ésta. Tuve que contratar por mi cuenta, en la misma empresa pero por mi cuenta. Sin problemas. Allí estaba el autobús de la empresa "cruceristas en Roma". Llegamos puntuales, 8.30h. pero no estábamos todos. La espera se prolongó hasta las 9.30h. Faltaba un matrimonio con dos niños pequeños que se llevaron una pequeña bronca. La verdad es que nadie les preguntó y ellos sólo balbucearon que se habían llevado mucho tiempo esperando al "transfer".
Total que perdimos una hora que nos hubiera venido muy bien. En una hora estábamos en Florencia aunque nos dijeron que sería hora y media.
El Ponte Vecchio desde el mirador
Nos paró el conductor en un mirador desde el que se veía toda la ciudad en el que yo no había estado en mis visitas con los chicos del cole. Al principio creí que era una pérdida de tiempo, además aquello estaba lleno de decenas de otros borreg.., digo turistas, a los que todos los conductores habían llevado allí para hacer las fotos. Hombre, el sitio tiene una foto, pero poco más. Un poco de pérdida de tiempo, más todavía, sí que fue. Por fin nos dejan junto al Ponte Vecchio donde nos esperaba la guía a la que como decimos por aquí se le caía el c... , pero es lo que hay. Cruzamos el puente anterior y empezamos a recorrer Florencia haciendo el mismo camino que he hecho con los chicos. Río Arno, tan bello como siempre, biblioteca, creo y antes de la Plaza de la Santa Croce, al meódromo porque no se le puede llamar de otra manera. La verdad es que nos vino bien, 30 céntimos la meadita o las aguas mayores y otra pérdida de tiempo porque aquello estaba a reventar, valga la expresión.
El Duomo
La Plaza, la chica que nos explica la iglesia a la que nunca he conseguido entrar y a mi hijo que se le antoja un juguetito de goma que un señor tira al suelo, se queda plano y luego vuelve a su ser. Intento fallido esta vez.
Seguimos el paseo hasta llegar a la Piazza de la Signoria. Tan bella como siempre. La chica nos lo explica, nos hacemos las correspondientes fotos y yo que me escapo un poco para comprar unos refrescos y unas birras porque hacía mucho calor y ya tocaba un piscolabis gracias a Pullmantur.
Seguimos por la Galleria de los Uffizi hasta llegar al Ponte Vecchio, tan bello como siempre con sus joyerías. Esta vez lo cruce hasta la otra orilla, esa parte que nunca se ve. A ver si algún año de estos, si no cambiamos las excursiones y me apunto otra vez a alguna me escaqueo y me paseo un rato.
Ahí dejamos a la guía para pasear los 4 por las calles que van hacia el Duomo, pasando por el ayuntamiento hasta llegar a áquel con el Baptisterio, tan bellos como siempre. A Marisina y a los niños les encantó. Quise llevarlos a la Academia a ver al David de Miguel Ángel y aunque me equivoqué de calle y cogi por una paralela y a pesar del cansancio de Joselito llegamos a la Academia para descubrir que los lunes, en Florencia, también cierran los museos. Decepción para mí en tanto en cuanto los niños y Marisina no pudieron verlo.
Así que al Duomo, donde el grupo estaba en la cola para entrar. Cola interminable. Habrá crisis mundial pero qué de gente, nada que ver con el mes de febrero. Yo quiero ser millonario para hacer las cosas cuando sólo las hacen los millonarios y no todos a la vez. Soñar es casi gratis.
Por fin entramos con la consiguiente breve explicación de la guía. Creo que de la cúpula, poco dijo. Después hacia la estación de autobuses donde nos esperaban para ir hasta Pisa. Se estaban formando unas nubes y alguien que parecía que entendía dijo que tendríamos tormenta en breve. Recuerdo que al poco de entrar en la autopista, ya medio dormido, un ruido me sobresaltó. Los que no estaban medio en trance comentaron que había sido un avión que se disponía a aterrizar en el aeropuerto, muy cercano a la carretera. Después de la modorra, poco antes de llegar a Pisa, los que no habían disfrutado de ese ratito de siesta, también comentaron que había descargado esa tormenta de la que hablaba antes. Hicimos un acto de fe y lo creímos.
De Pisa sólo puedo hablar de un aparcamiento de autobuses, de un camino dirigido, de muchos tenderetes y del prado donde se alzan los 3 monumentos entre los que la Torre se alza majestuosamente inclinada y bella. Lleno absoluto de gente, haciéndose la típica foto y vuelta al autobús. La verdad es que merece la pena ver el lugar, ver la torre pero te quedas con la duda porque de Pisa, no se ve nada más.
Afortunadamente el autobús nos dejó a los pies del barco porque ya estábamos reventados. Ducha y a cenar. Si no recuerdo mal era el día del terror y no fuimos al espectáculo tras la cena, tomamos nuestra copita y tuvimos nuestro ratito de relajación antes de dormir porque el día siguiente se antojaba igual o más de duro. Habíamos preguntado y podríamos darnos cuenta de que todos los caminos conducen a... Roma.
El segundo día no había excursión programada. El Sovereing había fondeado en Villefranche, un precioso pueblo de la costa azul francesa que merece al menos una tarde de paseo muy agradable. Fondeado, que no atracado, ya hemos aprendido la diferencia. Creo que nos dijeron que en Mónaco es muy caro lo que tienen que pagar las navieras aparte de que el puerto es muy pequeño para los cruceros.
Desayuno relajado, paseo y comida temprana para bajar del barco y ser trasladados a puerto por una especia de vaporcitos modernos.
En el foro leí que se iba a Mónaco en tren así que seguimos a Vicente y nos encajamos en la pequeña (vieja y sucia) estación de Villefranche donde está todo preparado para los guiris españoles que van a Mónaco y a Niza que está al otro lado y que también se puede ir en pocos minutos según descubrimos en los carteles escritos en español que había en la taquilla.
Villefranche
Esperanza en la estación de Villefranche. Al fondo el Sovereing
El tren "empetao", como los de ida de Barcelona en año pasado y tras varias estaciones llegamos a Mónaco.
La estación en un risco. Cogí un plano y cuesta abajo hasta el puerto, antes una iglesia pequeña que nos contaron después que está dedicada a Santa Devota, la patrona de Mónaco.
El puerto es una pasada pero no es tan grande como parece y sí, hay yates de lujo, pero menos de lo que me esperaba. Según el plano a la derecha estaba el oceanográfico y el palacio del príncipe y a la izquierda Montecarlo, con el casino. Montecarlo es un "barrio" de Mónaco construido el siglo pasado para la expansión de este pequeño principado.
Sólo por fuera
Optamos por subir la cuesta de nuestra izquierda con todo el calor y llegar hasta el casino no sin antes ver ya los Ferraris (con los carteles de NO TOCAR en varios idiomas, los Rolls, los Mercedes, etc. En el casino los menores no pueden entrar, así que por fuera. El Café de París, el hotel Hermitage, las tiendas. Todo espectacularmente límpio y reluciente, perfecto, sin ningún pero. No es para menos con el glamour que allí se respira.
El Casino
Pasó un tren de estos turísticos. ¿Nos montamos? ¿Cuánto vale? ¿Dónde está la parada? A un guardia medio le entendí que la parada estaba justo al otro lado, después del puerto, otra pedazo de cuesta.
Bajamos, llegamos al puerto. Vimos más de cerca los yates y descubrimos en la calle paralela los lugares pintados desde donde salen los fórmula 1 en el gran premio de automovilismo. Había una especia de feria con distintas atracciones donde se montaban los niños y una piscina en pleno paseo al lado de los yates. Lujo y glamour, yo creo que viviría una temporada allí por probar.
Teníamos sed y nos acercamos a un puesto que vendía refrescos y helados. Tomamos los cuatro refrescos, a dos euros cada uno. Íbamos temiendo lo peor pero para estar donde estábamos no me pareció muy caro.
El tren se cogía después de una enorme cuesta que daba junto al oceanográfico donde había mucha gente, debe ser muy bueno pero... Había gente con las pegatinas de Pullmantur y de otras compañías, o sea, excursiones de la naviera, con algún que otro privilegio pero, hijo, qué caras.
Por fin llegamos a la parada del trenecito. 8€ por barba. ¿Nos montamos? ¿No nos montamos? ¿Podemos bajarnos en la iglesia de la patrona para coger el tren? No. Uf, bueno, venga, ya que estamos aquí y que hemos dicho que nos iremos a tal hora y da tiempo. Total, que los cuatro "parriba".
Lo mejor del recorrido cuando después del casino coges la famosa curva del gran premio, todos los del tren murmuraban lo mismo: "la curva, la curva". Y después de la curva, el túnel. Espectacular.
También estuvo bien y si no, no la hubiéramos visto, la parte antigua, las casas, la Catedral, el parlamento (por llamarlo de alguna manera) y el Palacio del Príncipe. Después de bajarnos del tren vimos José Manuel y yo el cambio de la guardia, ellas estaban en el servicio, no comparable al de Buckinghan, pero vistoso. Y la Catedral, nada del otro mundo pero donde están las tumbas de Gracia y de Rainieri (fotos al canto)
Tumba de Grace Kelly. Gracia de Mónaco
Después cuesta abajo rapidito hasta los pies de la patrona donde el tiempo para salir el tren no me permitió entrar y cuesta arriba para la estación. Allí volvimos a seguir a Vicente y para Villefranche.
Pequeño paseo por el pueblo, repito, muy bonito, y para el barco.
Palacio del Príncipe
Ducha, cervecita, cena en el primer turno, menos mal, capucchino, cocktail y espectáculo.
No recuerdo si aquella noche fueron los cómicos pero lo cuento. Son dos chilenos jóvenes que hacen distintos espectáculos basados en la mímica y en donde el público participa desde el principio hasta el fin. No me extrañaría verlos cualquier día en cualquier programa de la televisión porque son muy buenos. No sólo actúan esa noche. Hacen la presentación, bailan el último día un número de Grease y están encargados todos los días del rocódromo de los niños donde hay que fijarse dos veces para saber que son ellos porque sin maquillaje y sin gomina parecen otras personas.
Desayunar en la calle es un lujo. Al menos para mí que no suelo hacerlo nunca. En Barcelona se debe desayunar muy bien en la calle a tenor de todo lo que nos ofrecieron en el bar que entramos. Al final mi rubia y yo nos decidimos por algo típico: pan tumaca pero con jamón incluido. Delicioso. Tras ello al puerto. 20€ el traslado. Por teléfono me dijeron que 10, la tarde anterior que 15, al final 20. Bueno nos llevó un señor que se gana un dinerito con ello (autorizado, por supuesto, nada de pirateo). Muchos lío para entrar. Todos los cruceros salen y entran el mismo día y entre los que salen y los que estamos deseando entrar, el follón está asegurado. Vas subiendo la cuesta y se ven los cruceros. Los niños van haciendo cábalas de cúal es el nuestro. Todos son grandes, algunos inmensos. El Sovereign resultó ser el más pequeño y aún así impresiona que ese cacharo no se hunda. Ya Arquímedes dio con la tecla y no se hable más. Check in, como en los aviones, pero dando el número de la tarjeta de crédito por si hay algo que se te meta por los ojos en el barco y no está en el todo incluido. La tarjeta sirvió para pagar algún cartón de bingo y dos botellitas de limonccelo, que somos muy viciosos. El tabaco estaba muy "barato" pero allí se quedó.
Tiempo de espera hasta que llamen al cartón y número que te dan. Ya nos daban agua y un zumo de extraño color y raro sabor, todo incluido.
Te llaman, subes por la escalera y ya tienes el barco frente a ti y a unos haciendo la foto de bienvenida que si la quieres has de soltar 8,5€uritos. Allí se quedó, como las otras. Entras con la tarjeta que te han dado en el check in y que te servirá para entrar y salir del barco y pagar el no incluido. Ya ves que las maletas que dejaste con algo de miedo antes de entrar en la terminal a unos chicos están en el descansillo de los ascensores de tu cubierta (que no planta) y respiras hondo. Vas al camarote (interior y el más barato) y esperas que las palabras de mi hermana Rocío se cumplan y que allí sólo estés para dormir y ducharte (en ese momento había niños delante y una tercera opción no se mencionó) porque es pequeñito, no lo vamos a negar y de las paredes salen dos literas que dejarán aquello peor que los 30m2 famosos. El baño chiquito también pero lo justo y necesario con el váter estilo avión, es decir, que se chupaba lo que le echaran y no sabes dónde va. A mí un día me jugó una mala pasada porque debía chuparse algo que os podéis imaginar que salió de mi interior y por mucho que apretaba el botón aquello no iba. Menos mal que pasado un rato lo hizo y volvimos a respirar hondo.
El peligroso Grill
Tocaba inspección ocular y así hicimos, primero en un directorio que reproducía el barco y donde podías ver lo que había en cada planta y luego in situ. Los bares, el casino, las tiendas, la recepción, los ascensores, los clubes para los niños, más bares, muchos camarotes, lugares donde nunca entramos como la discoteca, el gimnasio, el spa, el restaurante oriental fuera del todo incluido, el restaurante que nos tocaba, el buffet y la piscina donde ya daban de comer en el famoso Grill, abierto cuando restaurante y buffet están cerrados para matar el gusanillo con pizzas, sandwiches de york y queso calentitos y ensaladas (todos los días) y hamburgesas, perritos y demás delicias de pollo y cerdo (según los días)
Ya los niños inauguraron la piscina, nosotros el bar y amenizados por los chicos de la animación, esperábamos el momento de zarpar a las 5 y el de reunirnos con los calamares, el grupo de gente que por la web losviajeros.com nos habíamos organizado para las excursiones y que se vino a llamar "calamare nostrum", a las seis de la tarde.
Ya íbamos advertidos por el hombre del tiempo y por el señor que nos llevó al puerto que el verano en Barcelona estaba siendo fresco y lluvioso y a las 5 de la tarde empezó a llover primero y a granizar después, así que tuvimos que refugiarnos en el buffet y esperar hasta las 6 para zarpar y un poco más tarde para conocer a los calamares. Sobre todo muchas gracias a Javier, el onubense que lo inició todo y a Héctor y Tamara, los responsable de las excursiones que hicimos a Roma y a Pompeya respectivamente, por su dedicación, esfuerzo y horas dedicadas a que todo saliera tan bien como salió.
La tormenta
Después una duchita y a cenar. Decidimos probar en el restaurante donde se comía a la carta, aunque podíamos hacerlo en el buffet pero supusimos bien que podríamos acabar hartos de buffet. La suerte quiso que nos tocara el primer turno de cena, a las 8, y aunque lo quisimos cambiar, lo mejor que nos pasó es que no nos lo cambiaran porque así conocimos a más gente y a unos camareros muy simpáticos y serviciales además de que nos vino muy bien por aquello de venir de las excursiones justo para ducharnos e ir a cenar y luego al espectáculo que hubo todas las noches y no al revés con lo cual hubiéramos picado más (cosa que sobre todo a mí no me conviene) y eso de primero espectáculo y después cena, al menos a mí no me cuadra.
En la cena tienes todos los días la misma mesa y a la misma familia a tu lado. Nosotros coincidimos con una familia de Cantabria con la que entablamos amistad en esos días. Los camareros de ese día ya nos dijeron que sólo estarían con nosotros ese día. Aún así fueron muy agradables y con el chico rumano que tuvo una novia cántabra seguimos charlando cuando lo veíamos.
Tras la cena, la presentación de los servicios del barco y un espectáculo donde intervinieron todos los que participan en la animación. Ya unos mimos chilenos (aunque algo hablan) y un mago español se destacaron como con lo que más nos íbamos a reír.
Ya no me acuerdo si hubo cocktail ese día antes de ir a la cama pero creo que ya por hoy está bien la cosa.
La frase: "lo consultaré con la almohada" es muy conocida por todos. A veces esa consulta es voluntaria, a veces, como me ha pasado esta noche a mí, viene sin haber ido a buscarla.
Aunque uno no lo quiera reconocer, o a veces quiera engañarse a sí mismo, todos nos conocemos por dentro lo suficiente como para saber qué nos pasa y cómo somos.
A mí, a veces, en determinadas circunstancias soy una persona a la que le molesta que le digan algún fallo o defecto o que le lleven la contraria, otras veces lo acepto, más o menos bien (pocas).
También aunque creo que en boca cerrada no entran moscas, que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras y que a veces se está más guapo calladito, es verdad que a veces, en determinadas circunstancias que yo me sé, no hago caso de esas máximas que os acabo de comentar y hablo cuando lo conveniente sería estar calladito tranquilamente. Y además, la mayoría de las veces, las palabras justas y necesarias se me ocurren horas después. A ver si estas máximas las cumplo a rajatabla a partir de ahora.
Hoy un sueño, por eso digo lo de la almohada, me despertó a mitad de la noche, muy triste, confundido y con mucha pena pero para hacerme comprender lo que es realmente importante, las cosas que no puedes dejar pasar porque luego te vas a arrepentir y ya no tendrán remedio. Así que a hacer puñetas Mouriño, Guardiola, el Barça, el Madrid y todo el fútbol.
Ir desde Madrid a Barcelona por carretera un día laborable es hoy por hoy un suplicio aparte de un pellizco en el bolsillo.
Un suplicio porque la autovía está en obras desde Madrid hasta Zaragoza, que es adonde llega la autovía, porque después o carretera N II, con un sólo carril por sentido y llena de camiones, o AP2, o sea, autopista de peaje 25 € desde Zaragoza hasta Barcelona.
Comimos con los bocadillos que preparamos en Madrid en la primera área de descanso que te encuentras cuando entras en esa AP 2. Por lo menos eso sí, tiene muchas áreas con gasolinera, tienda, restaurante y zona de descanso o sólamente áreas de descanso. Está muy bien hecha, recuperas algo de tiempo. Eso de comer unos bocatas y beber unos refrescos llevados en la neverita es un invento, y barato. Y lo más simpático de la autopista es cuando todavía en Aragón te encuentras con la señales de que vas a pasar por el meridiano 0, el de Greenwich, y cuando llegas hay un arco en la carretera al modo de lo que sería el paso de esa línea imaginaria por ese punto. Curioso.
Meridiano de Greenwich
Entrar en Barcelona no es complicado y menos con GPS pero hay muchos coches, muchísimos como es normal. Entras por la ronda del litoral que llaman, con un cementerio a la izquierda sobre la montaña que, aun siendo un cementerio es muy bonito y vas viendo a tu derecha el puerto y ya vas alargando el cuello a ver si ves los cruceros.
El GPS te lleva a la puerta del hotel. El Hotel Grums en una calle perpendicular a la avenida del Paralelo, muy cerca de la estatua de Colón, al final de las Ramblas y muy cerca del Puerto.
Un hotel muy moderno en todos los sentidos, en decoración, en diseño, en que el lavabo está fuera del cuarto de baño, en que cada habitación es un monumento de Barcelona (nos tocó la Catedral). Está muy bien, si vais a Barcelona os lo recomiendo, unas camas comodísimas y un precio normal para los que vamos con dos niños y nos permiten al menos que estemos los cuatro en una habitación.
Nada más llegar tuve que ir a dejar el coche a Aparca y Vola (o Navega) muy cerca del aeropuerto. Se tira de GPS y a la puerta. Es una nave donde puedes tener en coche mientras estás de viaje a muy buen precio y bajo techo. Ellos mismos me llevaron a la estación de RENFE donde un tren me llevó hasta el Paseo de Gracia, allí se enlaza con el metro y salí a Drassanas, junto a Colón. Me hubiera evitado un pequeño paseo si hubiera salido por la avenida del Parelelo, pero todo no puede ser perfecto.
A ducharse y a la calle. Paseo hasta Colón y cumplimiento de dos visitas no hechas el año pasado. Ver la Basílica de la Mercé, que no nos aclaremos si es patrona o copatrona de Barcelona, porque luego está Santa Eulalia y paseo por el puerto hasta la Barceloneta.
Playa de la Barceloneta
Virgen de la Merced
En el paseo, como ya nos indicaron en un estanco donde preguntamos, nos encontramos con decenas de restaurantes de todo tipo y nacionalidad, unos muy lujosos junto al mar, imposibles, sólo para guiris con dinero. y otros a la espalda de la playa desde donde salían, maitres, camareros o cualquiera que te invitaban a entrar y cenar.
Bástase que lo intentaran para que no entráramos en ninguno de ellos. Seguimos hasta la playa y ya sí que había que ir pensando en cenar algo. Del restaurante recomendado por el hotel, nada de nada, prohibitivo por mucho que dijera la chica. Al final después de callejear por las calles que quedan entre la Barceloneta y el puerto, calle Juan de Borbón, dimos con LA BOMBETA, en la calle Maquinista número 3, donde nadie te asalta en medio de la calle para que entres y donde te atienden muy bien, comes muy bien y a muy buen precio. Un cartel reza encima de la barra, que no hablan inglés pero hacen unas bombas cojonudas, de lo cual damos fe, y de todo lo que comimos, rabas, patatas bravas, pan tumaca, etc. Yo al menos también lo recomiendo si vais a Barcelona.
Finalmente, antes de cerrar este capítulo porque ya sólo queda dormir que mañana salimos de crucero, es volver a reiterar que son tres los días que he estado en Barcelona y que he comprado cosas, preguntado cosas, entrado en bares y todo el mundo cuando le he hablado en castellano me ha respondido en castellano y todos con mucha educación y simpatía. Cuando me pase lo contrario, lo diré.
Madrid de nuevo. Siempre hay algo nuevo, algo distinto que hacer. En esta ocasión repetimos paseos por el Barrio de las Letras, por la Plaza Santa Ana, por la Plaza Mayor, por Sol (con algunos indignados, que no acabo yo de formarme una opinión de este movimiento porque me dan una de cal y una de arena. Lo mejor sería, según creo yo, poner negro sobre blanco las propuestas y presentarse a unas elecciones), comida en la pizzería Il Piccolino della Farfalla, en la calle Huertas, muy cerca de Santa Ana, donde se puede comer muy bien y a muy buen precio, incluso menús y no tienes que hartarte de dar vueltas. También volvimos después de mucho tiempo a los Templos del Jamón pero ni fú ni fá y a pesar de mi empeño lo que ya no me gustó fue lo de Las Bravas, nada que ver con lo de hace unos años, ya todo dirigido al turista y nada típico ni natural. Para eso lo mejor los bares de barrio como el Milfe en Moratalaz, caña y tapa, y si acaso pedir unas bravas. Las cañas bien tiradas, las tapas muy buenas y las bravas de Madrid.
El tío en el Thyssen
Los niños en la Plaza Santa Ana
Y ya aprovechamos para dos cosas: la primera ver la exposición de Antonio López en el Thyssen que si soy sincero no había oído hablar de este señor en mi vida, aparte del jugador del Atletico y de una calle en Cádiz, pero mereció la pena. Gran realismo en casi toda su pintura y escultura. Digno de mencionar los cuadros de la Gran Vía, la nevera, los paisajes de Madrid y las esculturas que alguna parecía que iba a salir andando y si no que se lo digan a Esperanza.
Lo segundo ver el nuevo puente de la Arganzuela. Sobre el Manzanares, cerca del Calderón (además había partido y no veas qué ambiente), han construido este precioso puente que ya el tío Manolo nos había animado a visitar.
Y así otra vez dejamos Madrid camino de Barcelona, para mí dos ciudades en las que no me importaría pasar una buena temporada de mi vida a pasar de aquello de que son muy grandes, muy pobladas, con mucho ruido, prisas, etc. Ya veríamos.