domingo, 21 de agosto de 2011

Diario de abordo II. Mónaco. Oh, la, la

El segundo día no había excursión programada. El Sovereing había fondeado en Villefranche, un precioso pueblo de la costa azul francesa que merece al menos una tarde de paseo muy agradable. Fondeado, que no atracado, ya hemos aprendido la diferencia. Creo que nos dijeron que en Mónaco es muy caro lo que tienen que pagar las navieras aparte de que el puerto es muy pequeño para los cruceros.

Desayuno relajado, paseo y comida temprana para bajar del barco y ser trasladados a puerto por una especia de vaporcitos modernos.
En el foro leí que se iba a Mónaco en tren así que seguimos a Vicente y nos encajamos en la pequeña (vieja y sucia) estación de Villefranche donde está todo preparado para los guiris españoles que van a Mónaco y a Niza que está al otro lado y que también se puede ir en pocos minutos según descubrimos en los carteles escritos en español que había en la taquilla.

Villefranche
 
Esperanza en la estación de Villefranche. Al fondo el Sovereing

El tren "empetao", como los de ida de Barcelona en año pasado y tras varias estaciones llegamos a Mónaco.
La estación en un risco. Cogí un plano y cuesta abajo hasta el puerto, antes una iglesia pequeña que nos contaron después que está dedicada a Santa Devota, la patrona de Mónaco.

El puerto es una pasada pero no es tan grande como parece y sí, hay yates de lujo, pero menos de lo que me esperaba. Según el plano a la derecha estaba el oceanográfico y el palacio del príncipe y a la izquierda Montecarlo, con el casino. Montecarlo es un "barrio" de Mónaco construido el siglo pasado para la expansión de este pequeño principado.
Sólo por fuera
Optamos por subir la cuesta de nuestra izquierda con todo el calor y llegar hasta el casino no sin antes ver ya los Ferraris (con los carteles de NO TOCAR en varios idiomas, los Rolls, los Mercedes, etc. En el casino los menores no pueden entrar, así que por fuera. El Café de París, el hotel Hermitage, las tiendas. Todo espectacularmente límpio y reluciente, perfecto, sin ningún pero. No es para menos con el glamour que allí se respira.

El Casino

Pasó un tren de estos turísticos. ¿Nos montamos? ¿Cuánto vale? ¿Dónde está la parada? A un guardia medio le entendí que la parada estaba justo al otro lado, después del puerto, otra pedazo de cuesta.
Bajamos, llegamos al puerto. Vimos más de cerca los yates y descubrimos en la calle paralela los lugares pintados desde donde salen los fórmula 1 en el gran premio de automovilismo. Había una especia de feria con distintas atracciones donde se montaban los niños y una piscina en pleno paseo al lado de los yates. Lujo y glamour, yo creo que viviría una temporada allí por probar.
Teníamos sed y nos acercamos a un puesto que vendía refrescos y helados. Tomamos los cuatro refrescos, a dos euros cada uno. Íbamos temiendo lo peor pero para estar donde estábamos no me pareció muy caro.
El tren se cogía después de una enorme cuesta que daba junto al oceanográfico donde había mucha gente, debe ser muy bueno pero... Había gente con las pegatinas de Pullmantur y de otras compañías, o sea, excursiones de la naviera, con algún que otro privilegio pero, hijo, qué caras.
 
Por fin llegamos a la parada del trenecito. 8€ por barba. ¿Nos montamos? ¿No nos montamos? ¿Podemos bajarnos en la iglesia de la patrona para coger el tren? No. Uf, bueno, venga, ya que estamos aquí y que hemos dicho que nos iremos a tal hora y da tiempo. Total, que los cuatro "parriba".
Lo mejor del recorrido cuando después del casino coges la famosa curva del gran premio, todos los del tren murmuraban lo mismo: "la curva, la curva". Y después de la curva, el túnel. Espectacular.
También estuvo bien y si no, no la hubiéramos visto, la parte antigua, las casas, la Catedral, el parlamento (por llamarlo de alguna manera) y el Palacio del Príncipe. Después de bajarnos del tren vimos José Manuel y yo el cambio de la guardia, ellas estaban en el servicio, no comparable al de Buckinghan, pero vistoso. Y la Catedral, nada del otro mundo pero donde están las tumbas de Gracia y de Rainieri (fotos al canto)
Tumba de Grace Kelly. Gracia de Mónaco

Después cuesta abajo rapidito hasta los pies de la patrona donde el tiempo para salir el tren no me permitió entrar y cuesta arriba para la estación. Allí volvimos a seguir a Vicente y para Villefranche.
Pequeño paseo por el pueblo, repito, muy bonito, y para el barco.

Palacio del Príncipe
Ducha, cervecita, cena en el primer turno, menos mal, capucchino, cocktail y espectáculo.
No recuerdo si aquella noche fueron los cómicos pero lo cuento. Son dos chilenos jóvenes que hacen distintos espectáculos basados en la mímica y en donde el público participa desde el principio hasta el fin. No me extrañaría verlos cualquier día en cualquier programa de la televisión porque son muy buenos. No sólo actúan esa noche. Hacen la presentación, bailan el último día un número de Grease y están encargados todos los días del rocódromo de los niños donde hay que fijarse dos veces para saber que son ellos porque sin maquillaje y sin gomina parecen otras personas.
Os dejo el vídeo del cambio de guardia.


1 comentario:

  1. Hola José Manuel, leido lo que he leido, me he quedado con ganas de seguir leyendo, a menos que os secuestraran en el barco, a la salida de Villefranche y aún esteis ahí...¿Dónde está el capítulo siguiente a Mónaco. Oh la la....? Supongo que el tío Manolo también lo leería.
    Un abrazo, Mercedes.

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